Capítulo 1045
Ramiro no tenia lazos de sangre ni de amistad profunda con ellos, y su relación con Elia tampoco era
tan estrecha.
Que él les hubiera ayudado ya era un acto de gran bondad, y si él decidiera retirar su apoyo y dejarlos a su suerte, se encontrarían vagando por las calles sin un destino fijo.
En el fondo, Rosalinda estaba bastante nerviosa, temiendo ser abandonada sin un lugar a donde ir.
“Señora, quédese tranquila, si ya los he traído conmigo, me haré cargo hasta el final. Si necesitan algo, solo diganme y haré lo posible por ayudarlos, le aseguró Ramiro a Rosalinda, intentando aliviar sus preocupaciones.
“Ramiro, eres muy buena persona, oye. Eres bueno con nosotros y con mamá, de verdad que eres un angel”, le dijo Iria mientras saboreaba un helado, con la cara llena de crema, provocando una s sonrisa en quien la mirara.
Ramiro no pudo evitar sonreir ante las dulces palabras de Iria.
Después de un largo viaje en auto, llegaron a una villa en las afueras de la ciudad, situada en una zona montañosa. La villa se llamaba Resort Celestial.
Para cuando llegaron, ya había amanecido.
La ciudad podia ser muy calurosa, pero aquel lugar en las montañas era fresco y agradable. La villa estaba rodeada por árboles verdes, exuberantes, extendiéndose hasta donde alcanzaba la vista.g2
Incluso el viento que soplaba traía consigo la frescura de la naturaleza.
Esa sensación de calor opresivo finalmente se disipaba un poco y el viento refrescante resultaba incluso cómodo al tocar la piel.
“De ahora en adelante, esta será su casa. La villa está completamente equipada con todo lo que necesitan para vivir, y detrás hay un huerto. Tenemos suficiente harina y otros alimentos. No necesitarán salir para comprar nada, pueden ser autosuficientes. Si necesitan más suministros, solo avisenme y mandaré a alguien a traerlos”, explicó Ramiro.
Rosalinda miraba alrededor con curiosidad y asombro. La construcción de la villa era lujosa y grande, con un terreno de más de quinientos metros cuadrados. Aparte de la carretera, la propiedad estabal rodeada de zonas verdes y plantaciones no solo de árboles sino también de diversas hortalizas.
El lugar era un paraiso de verde, con una villa solitaria en medio.
El paisaje era frondoso, el aire puro, y vivir alli era como habitar en el Edén, aislado del mundo pero lleno de felicidad y tranquilidad.
“Señor Ramiro, ¿en serio nos está dando este maravilloso lugar para vivir?”, preguntó Rosalinda, emocionada.
“Claro que si, señora”, aseguró Ramiro.
“Pero, ¿por qué es tan bueno con nosotros? ¿No será que le gusta mi hija?”, inquirió Rosalinda, incrédula de que alguien pudiera ser tan generoso sin motivo aparente, y siempre directa con sus palabras.
Al decir esto, Elia se sintió inmediatamente avergonzada y nerviosa, y le dio un codazo a su madre para recordarle las buenas maneras, disculpándose con Ramiro: “Lo siento, mi madre no piensa las cosas cuando habla. No te ofendas, por favor”.
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“No hay problema. Vayan a descansar, deben estar agotados después del viaje”, les dijo Ramiro.
“Está bien, señor Ramiro, ¿por qué no entra y descansa un poco también?”, propuso Elia, y después de decir esto, guio a los niños hacia el interior de la villa
Ramiro observó su figura alejándose, con un brillo tierno en sus ojos.
Los niños, que habían dormido durante el viaje en auto, estaban fascinados con la decoración de la villa
y no tenian ganas de ir a dormir, asi que abrieron el refrigerador y sacaron montones de helados.
Iria era una pequeña golosa y comenzó a comer helado tan pronto como lo sacó.
“Iria, no comas tanto, te dolerá el estómago, la reprendió Elia con una sonrisa resignada.
Justo cuando termino de hablar, un ruido atronador llenó el cielo.
¿Era el sonido de un avión volando por encima?
Por alguna razón, Elia sintió de repente un escalofrio de la ansiedad.