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¡Domesticame! Mi pequeña y gran Elia 1008

Capítulo 1008

Asier llevó a Elia a la gran fiesta en el hotel internacional de la familia Rayan, un lugar conocido por su elegancia y sus eventos de clase alta.

El salón de fiestas estaba decorado con un aire nostálgico, incluso exhibian fósiles que agregaban un toque de historia al ambiente. En el centro, una larga mesa rectangular solia estar repleta de delicias culinarias para el disfrute de los comensales.

Sin embargo, ese día, la mesa estaba cubierta de joyas y diamantes, con pendientes, pulseras, broches y todo tipo de adornos relucientes.

Más que una fiesta, parecia un mercado de antigüedades.

Los invitados eran empresarios influyentes de traje impecable, con una pinta distinguida y elegante, intercambiando palabras con la cordialidad y las formalidades propias de los intelectuales.

Elia se mantuvo cerca de Asier, agradecida de haber elegido un atuendo discreto para la ocasión.

No queria llamar la atención, prefería mantener un perfil bajo y pasar desapercibida.

“Asier, que bueno que llegaste,” dijo Rayan con una calidez que llenó la sala al verlos. Su mirada se iluminó al ver a Elia y una sonrisa de alivio se dibujó en su rostro.

“Elia, que alegria verte de nuevo,” dijo aliviado. Por suerte, no había pasado nada grave la noche anterior, de lo contrario Asier le habría dado una buena reprimenda. Rayan suspiró aliviado.g2

Elia asintió educadamente en señal de respuesta, sin decir una palabra.

Vicente le habia comentado que Rayan le habia pedido su número de teléfono la noche anterior. Seguramente Rayan habia planeado llevarla a casa, pero al descubrir que había desaparecido, debió ser él quien alertó a Asier.

De otro modo, ¿cómo habría podido aparecer Asier en el hotel al pie de Monte Plano, con tanta urgencia y acompañado de tantas personas?

“Asier, Maximiliano te espera en el salón privado. Te llevo,” dijo Rayan con seriedad.

Mientras caminaban hacia el salón privado, la presencia imponente de Asier atraia miradas de curiosidad de los empresarios, aunque nadie se atrevía a ser descarado en su observación.

Elia, caminando tras él, podia sentir las miradas que no eran para ella, sino para Asier. Aunque no eran para ella, experimento la sensación de ser el centro de atención por estar a su lado.

“Señor Maximiliano, el Señor Griera ha llegado,” anunció Rayan al abrir la puerta del salón privado, con una sonrisa acogedora

Maximiliano se levantó rápidamente al ver entrar a Asier. Era un hombre de gran estatura, con hombros anchos y aunque se encontraba en la madurez de su vida, las arrugas en su rostro eran pocas y su expresión era tanto amable como marcada por los años.

Tenia la madurez y el atractivo de un hombre en su edad dorada.

Cuando era joven, también había sido muy apuesto.

“Asier, cuánto tiempo sin verte Te has vuelto aún más varonil,” dijo Maximiliano acercándose, poniendo una mano sobre el hombro de Asier y mostrando una sonrisa cordial

“Maximiliano, sigues tan distinguido como siempre,” respondió Asier

Cinco años atrás, Asier habia sufrido una herida y acabó en el granero de Elia, donde ocurrió algo mas entre ellos Luego la buscó, creyendo que habia muerto Después se fue al extranjero a tratarse y durante ese tiempo, mantuvo un estrecho contacto con Maximiliano

Asier y Maximiliano se habían convertido en amigos más allá de la diferencia de edad.

La voz de Asier apenas se apagó cuando Elia lo miró con incredulidad y pensó. Asier, siempre tan serio y distante, haciendo un cumplido?

Para Elia, era tan sorprendente como ver el sol salir por el oeste.

“Jaja, Asier, veo que has aprendido a expresarte mejor, eso es bueno. Prefiero esto a tu habitual reserva y seriedad. Te ves más lleno de vida,” se rio Maximiliano con franqueza, dándole una palmada en el hombro a Asier.

“Ven, siéntate aqui, necesito preguntarte algo.” Maximiliano regresó a su silla y le hizo señas a Asier para que

se acercara

Asier se sentó frente a él, mientras que Elia no sabía bien qué hacer y simplemente lo siguió, quedándose de pie a su lado Ella parecia una sirvienta discreta, siempre al tanto de las necesidades de Asier.

“Señorita, por favor, tome asiento usted también, no sea tímida. Siéntese al lado de Asier, no hay problema,” dijo Maximiliano con la amabilidad de un anciano considerado, intentando aliviar la incomodidad de Elia.

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