Capítulo 1712
Nadie había ido a recoger a Azula en carro, así que tuvo que tomar un taxi desde la escuela hasta la mansión de la família Pinales, que se encontraba en una lujosa colonia a las afueras de la ciudad. Al llegar, tuvo que caminar un buen trecho para finalmente llegar a la entrada de la residencia.
La antigua mansión de los Pinales estaba llena de gente. Todos los miembros de la familia, así como amigos y parientes cercanos estaban presentes. Los padres de Azula también habían llegado.
Azula fue la última en llegar.
Apenas puso un pie en el patio, escuchó a alguien exclamar, “La trae mala suerte!”
Ella buscó de dónde provenia la voz, y notó varias miradas fijas en ella, pero no pudo determinar quién había hecho el
comentario.
Simón había perdido a su hijo hace poco y desde entonces su salud había decaido. Aunque el reciente suceso no tenía nada que ver con Azula, había quienes querían culparla.
Era como cuando intentaron culpar a Mauro por la muerte de Simón, pero por suerte Mauro tenía una gran fortaleza mental y no se dejó afectar por sus manipulaciones.
Azula abrió la boca para defenderse, pero considerando la inapropiada situación, se contuvo y guardó silencio.
Bárbara, su madre, se acercó a Azula y la jaló, “¿Por qué llegaste tan tarde?”, la reprochó.g2
Incluso sus padres, que vivían en Mar Azul, ya estaban allí.
Azula había recibido la noticia demasiado tarde.
El incidente habia sucedido dos días atrás, y parecía que la familia Pinales la había olvidado por completo, nadie la
había notificado.
Además, la familia había mantenido la noticia fuera del alcance de los medios, por lo que no había cobertura periodística.
Azula solo se había enterado por una llamada de Bárbara.
“Recibí la llamada y vine corriendo sin perder un segundo”, respondió Azula.
Bárbara arrastró a Azula a un rincón apartado y le dio un golpecito en la frente, “¿No haces nada útil? Llevas meses en la Ciudad Capital y no has avanzado nada.”
La fuerza de Bárbara dejó varios enrojecimientos en la frente de Azula.
Azula sintió dolor y quiso esquivar, pero Bárbara le agarró la cintura con fuerza, Te estoy hablando, ¿y tú actúas como si fueras muda?”
“Hoy es el funeral del padre de Mauro, ¿no deberíamos mostrar un poco de respeto?”, replicó Azula
“¿Me estás amenazando con la familia Pinales? No pienses que no sé que Mauro ni siquiera te ha tocado, ¿qué estás tratando de fingir delante de mi?”, desafio Barbara.
Azula prefirió ignorarla.
Estaban en la casa de la familia Pinales y había mucha gente alrededor, Bárbara no se atrevería a hacerle algo a Azula en ese momento. “Más tarde, encontraré el momento para ajustar cuentas contigo. Ahora ven conmigo.”
Azula siguió a Bárbara de manera mecánica.
Bárbara la llevó con el mayordomo y cambió su actitud instantáneamente, “Mayordomo, mi querida Azulita ya está aquí, ¿podríamos organizarla para que se una a Maurito en el velorio?”
Desde que Saturnino había fallecido, Mauro era el único hijo de Simon. Vestido de luto, estaba arrodillado frente al altar, recibiendo a todos los invitados que venían a rendir homenaje.
Como prometida de Mauro, Azula debía, según la costumbre local, arrodillarse junto a él para velar a Simón.
taba claro si la familia Pinales estaba demasiado ocupada como para recordar la existencia de Azula o si habis
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otras razones, pero ni siquiera le hablan informado sobre la muerte de Simón.
Y la posibilidad de que acompañara a Mauro en el velorio, ni siquiera se consideró.
Era un asunto demasiado delicado como para que el mayordomo decidiera por su cuenta. El patriarca de la familia estaba enfermo en cama, y el que mandaba en la casa ahora era el segundo hijo, Álvaro.
Los Pinales tenían tres hijos; el mayor ya había fallecido, lo que aumentaba las posibilidades de que Álvaro tomara las rlendas del negocio familiar. Para asegurarse un futuro próspero, el mayordomo sabía que tenía que ganarse el favor de Álvaro con antelación.
El mayordomo, por instinto, giró la mirada hacia Álvaro, y justo entonces, sus ojos se encontraron, como si él estuviera ́esperando noticias de su parte.
Con pasos apresurados se acercó, y con un respeto marcado dijo, “Señor Álvaro, ¿qué le parece si organizamos algo para Azula?”