Capítulo 1608
Daniela, con la rabia reflejada en cada palabra, exclamó, “Estoy en mis cabales, lo juro. Si esa mujer no muere antes que yo, no me iré tranquila de este
mundo.”
Santiago, con una mezcla de sarcasmo y preocupación, replicó, “¿Crees que con solo desear la muerte de esa mujer, ella va a morir?”
Ella estaba fuera de sí, perdida en su delirio y sin darse cuenta de que estaba al borde de la muerte, “No me importa, tiene que morir. Solo dame unas horas más, ni siquiera hasta el amanecer y haré que de esa mujer no quede ni para contar el cuento.”
“Antes pudiste hacer de las tuyas porque Josef no estaba en el país, porque no estaba preparado”, dijo Santiago.
“Ahora Josef está al lado de esa mujer. Si logras hacerle un rasguño, yo mismo seré tu esclavo
Daniela, no pienses que porque Josef siempre tiene una sonrisa en la cara es fácil de tratar. Ese hombre es un tigre con sonrisa, capaz de devorarte mientras se rie.”
Daniela desafiante, dijo, “Estoy a punto de morir, ¿qué más me va a hacer él?”
“No eres rival para él, contestó su hermano.
“Por eso necesito tu ayuda.g2
Santiago soltó una carcajada fría, “¿Crees que conmigo bastará? No seas ingenua. Ni nuestro padre pudo con Josef, menos nosotros.”
Reconociendo sus limitaciones y la gravedad de la situación, Santiago propuso, “Dani, tienes un asesinato en tus manos. Si Josef decide tomar cartas en
el asunto, no te irá nada bien. Escúchame, vamos a entregarnos. Quizás nos salve la vida.”
“Eres un cobarde”, escupió Daniela, “ante la gente común te haces el poderoso, pero ante un poco de presión de Josef, tiemblas de miedo.
Me había sobreestimado creyendo que con ustedes de mi lado, podía salirme con la mía.”
“Sabes que vivimos en un estado de derecho”, continuó Santiago. “Podemos cubrirte en pequeñeces, pero cuando se trata de un asesinato, ¿quién podria salvarte?”
Daniela lo miró fríamente, recordando tiempos en los que si la habian protegido. Pero ahora, siendo una pieza descartable, ya no querían cargar con ella. El timbre del teléfono interrumpió sus pensamientos. Daniela respondió de inmediato, “¿Qué noticias tienes?”
Para su sorpresa, no era la voz de uno de sus subordinados, sino la voz sombría de Josef, que sonaba como una llamada desde las profundidades del infierno, “Podías haber elegido el paraíso, pero te empeñaste en abrir las puertas del infierno.”
Después de un largo silencio, Daniela finalmente encontró su voz, “Josef, ¿dónde está mi gente?”
Pero él no respondió. La llamada se había cortado.
Santiago preguntó con urgencia, “¿Qué has hecho ahora?”
El teléfono se deslizó de las manos de Daniela y se desplomó en el sofá, soltando una carcajada vacía.
“Daniela, ¿has enviado a alguien tras Rosa otra vez?”, preguntó Santiago.
“¡Esa mujer tiene más vidas que un gato!”, gritó Daniela.
“¡Estás loca de atar!”, exclamó Santiago.
“Si no pude matarla en vida, la perseguiré como fantasma”, amenazó Daniela, con una sonrisa macabra en su rostro.
Entonces, se desplomó en el suelo, agarrándose el estómago.
Santiago alarmado, preguntó, “¿Qué te pasa, Dani?”
Vomitó sangre y aún sonreía, “Yo, Daniela, naci en una familia distinguida, en todos los aspectos fui superior a esa mujer despreciable. Solo porque se colgó de Josef, perdí ante ella.
En esta vida he perdido, pero ella no debería dejar que yo tenga otra vida, porque le devolveré todo el sufrimiento que me ha causado.”
Después de convulsionar brevemente, Daniela quedó inmóvil.
“Dani, por favor, no me asustes. Voy a llevarte al hospital ahora mismo”, suplicó Santiago.
Pero no hubo respuesta.
La vida de Daniela se congeló en ese momento.