Capítulo 1600
Rosa arrastraba una maletita, siguiendolo hacia adentro..
Para su sorpresa, apenas entraron a la casa, escuchó a dos criadas hablando.
Una criada llamada Ana decía: “Realmente no me gusta esa perra llamada Rosa,”
La otra criada, Lucía, respondió: “Yo tampoco la soporto. El señor se ha esforzado mucho por conquistarla, y ella se hace la difícil, no acepta los gestos amables del señor.”
“Es cierto, déjala seguir jugando. Cuando el señor pierda la paciencia y ya ho la quiera, esa perra no tendrá dónde llorar, comentó Ana.
“Es tan despreciable! A pesar de que nuestro señor la ha maltratado tanto, todavia actúa como si fuera pura,” continuó Ana con un tono agrio.
Lucía respondió: “Realmente no puedo soportarla”
Ana resoplo: “Apuesto a que está jugando al juego del ‘amor dificil’ con el señor. Ella es una actriz, ese círculo es tan corrupto, quién sabe cuántos la han maltratado. No sé si el señor ha caído bajo su hechizo, pero todavía la trata tan bien.”
Estas dos mujeres trabajaban en la antigua mansión de Fermín, se encargaban de la limpieza, y Josef nunca esperó que hablaran de su chica de esta manera.g2
¿Cómo se atrevían a maldecir a sus espaldas a su preciosa Rosa, a quien cuidaba como una joya delicada?
De repente, se llenó de ira: “¿Quiénes se creen que son? ¿Cómo se atreven a chismorrear aquí?”
Las dos mujeres no sabian que Josef había vuelto a Mejorada del Campo y se encontraba en ese momento en la casa, se asustaron tanto que se arrodillaron: “Señor, nos equivocamos. No debimos hablar sin pensar…”
“¿Dónde se equivocaron?” Josef las miró fríamente. Estas mujeres, siempre hablando a sus espaldas, no solo eran viejas y feas, sino que tampoco podian distinguir lo bueno de lo malo.
Josef habia lastimado a Rosa, y aunque le mostrara amabilidad, ¿Rosa estaba obligada a perdonarlo?
Estas mujeres no lo criticaban a él, sino a Rosa, la víctima.
Pero ellas no se daban cuenta de su equivocación, “Señor, ha sido tan bueno con ella y ella no agradece…”
Josef las interrumpió, “¿A ustedes les gusta estar humilladas, ya olvidaron cómo comportarse? Yo le hice daño, si le trato bien, ¿ella debe perdonarme?
No me llaman un sinvergüenza, pero insultan a la víctima, ¿cuán bajas pueden ser? No es de extrañar que no fueran amadas por sus esposos, que les golpearan y maltrataran, y que todavía se aferraran a ellos. ¿Acaso no podian vivir sin complacer a los hombres?
Al escuchar a Josef, Rosa se sintió aliviada.
Fue mucho más satisfactorio que si ella misma los hubiera reprendido.
Había muchas mujeres como estas, que siempre criticaban a otras mujeres, y que consideraban a cualquier hombre que les diera un caramelo como un
Dios.
Justo como dijo Josef, ¿acaso no eran despreciables?
Josef llamó a su asistente: “¡Vicente!”
Vicente llegó en poco tiempo: “Director Fermín, aquí estoy.”
Josef le ordenó fríamente: “Despide a estas dos mujeres feas y viejas, y revisa si han robado algo. Si lo han hecho, llévalas a la policia.”
Las dos mujeres se pusieron aún más pálidas al escuchar esto. Según el monto del robo, probablemente tendrían que pasar muchos años en prisión.
Si hubieran sabido, se habrían mantenido calladas. El señor no criticaba a su esposa, ¿por qué tenían que meterse ellas en su relación? “Señor, por favor, perdónenos. Nos disculparemos con la señora,” suplicaron.
Josef seguía siendo frío: “Vicente, llévatelas.”
Al ver que Josef no las perdonaría, las dos mujeres se arrastraron hacia Rosa: “Señora, no debimos hablar mal de usted a sus espaldas, no debimos insultarla. Por favor, perdónenos…”
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Rosa las miró fríamente. Ellas se habían olvidado de su actitud despectiva de antes.
Ella sonrió y dijo: “No soy su señora, no se equivoquen.”
“¡Llévenselas!” Josef gritó en voz alta.
Vicente llamó a unos ayudantes y se llevaron a las dos mujeres.
Quedó un charco de orina en el lugar en el que ellas hablan estado. Al parecer, se habían asustado tanto que se hablan orinado encima.