Capítulo 147
Además de la muerte, parecía que no había otro lugar en este mundo que pudiera albergarla.
“Señorita, ¿está usted en su período?” El técnico descubrió que las sábanas blancas debajo de Azula ya estaban teñidas de rojo cuando le masajeaba la espalda.
La primera reacción del técnico fue pensar que Azula estaba en su período, pero al mirar. más de cerca, se dio cuenta de que algo no estaba bien. No fluiría tanta sangre durante el período.
“No es mi periodo. La sangre que fluye de mi cuerpo es del hijo que estoy esperando con Mauro.” Al decir algo tan cruel, la voz de Azula seguía siendo suave, sin emociones.
“¡Azula, tú…!” Carla saltó de la cama y cuando vio la sangre en las sábanas, su corazón casi dejó de latir.
Una imagen similar apareció en su mente, una persona yacia en un charco de sangre,
extendiendo la mano tratando de alcanzarla.
Queria ver quién era esa persona, pero la cara en el charco de sangre estaba borrosa y no podía ver nada con claridad.
Carla trató de alejar las extrañas imágenes de su mente y dijo: “¡Rápido, llama a Mauro! No, llama a Enzo, ¡que llame un médico de inmediato para salvarla!”
Los técnicos estaban asustados y, después de que Carla les gritara, volvieron en sí y salieron corriendo. “Rápido, avisa al joven maestro, algo le pasó a la señora. ¡Rápido!”
“Carla, no necesitas buscar un médico. Todo esto me lo busqué hoy.” La sangre fluia debajo de Azula, pero habló con indiferencia como si no sintiera dolor. “Originalmente quería pasar un buen día con ustedes tres y luego irme con el niño mañana. Pero ese demonio de Mauro todavía me encontró y no me dio ni medio día de paz.”
“Azula, no hables.” Carla agarró firmemente su mano. “Si no lo amas y no quieres pasar tu vida con él, puedes elegir divorciarte, no juegues con tu vida. Azula, recuerda, solo, tenemos una vida, nunca volverá, debes ser fuerte.”
“Carla, no es que no quiera ser fuerte, sino que estoy realmente cansada.” Azula sonrió de repente, su sonrisa parecía un alivio y una liberación emocional. “Desde que supe hace unos días que estaba embarazada, no he dormido bien durante varias noches. Hoy finalmente puedo hacerlo.”
Carla temblaba de miedo, pero trataba de consolar a Azula. “Azula, ¡no puedes dormir! Todos en este mundo pueden abandonarte, ¡pero tú nunca puedes abandonarte a ti
misma!”
Azula negó con la cabeza. “Él quiere que tenga su hijo, y una vez que nazca el niño, no
podré escapar.”
“¡Azula!” Mauro fue el primero en entrar, su gran figura se tambaleó al ver la sangre debajo de Azula. “No tengas miedo, el médico llegará pronto.”
“¡No me toques!” Azula, quien siempre habia sido gentil, de repente estalló en un grito histérico. “¡Te digo que no me toques, o moriré frente a ti ahora mismo!”
“¡Mauro, no te acerques a ella!” Carla de repente se armó de valor y empujó a Mauro. “Aléjate de ella, ahora la persona que menos quiere ver es a ti.”
Mauro quería acercarse, pero tenía miedo de dar un paso adelante.
Tenia miedo de que Azula lo hiciera, tenía miedo de que Azula escapara de su alcance, tenía miedo de que no la tuviera en los dias venideros.
Carla abrazó a Azula con fuerza. “Azula, siempre que sobrevivas, te prometo que haré que él te deje en paz.”
“Pero ya no quiero irme.” Ella sonrió y cerró los ojos suavemente. “Así está bien.”
“¡No te permitiré hacerlo!” Carla miró hacia la puerta. “¿Dónde está Enzo? ¿Dónde demonios está ese imbécil, por qué no ha venido todavia?”
“Ya voy, ya voy“, dijo la Dra. Elisa, llegando apresuradamente con su maletin de medicinas. “Carla, no te preocupes, pronto detendré el sangrado de Azula.”
La Dra. Elisa entró, pero Enzo no la siguió. Él estaba afuera, “Carla, no te asustes, la Dra. Elisa está aquí, Azula estará bien.”
Quizás fue porque la voz de Enzo tenía un poder especial, o tal vez porque en el fondo Carla creía que no había problema que él no pudiera resolver, pero el caso es que con él cerca, ya no tenía tanto miedo.